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Cide Hamete

"...el pegamento es un invento loable y yo lo loo..."

El viernes acudí a un monólogo humorístico en el café del Prior. El artista era ingenioso pero me queda la sensación de que este tipo de humor tiene los días contados. Se ha abusado mucho del humor racional, del discurso que lleva la razón sobre lo absurdo y habla sobre las clases sociales de las bolsas de plástico, o sobre las incoherencias de las series de dibujos animados. Cuesta mucho encontrar un "monologuista" realmente original que no hable de temas ya manidos y desgastados.

Yo echo de menos que se dé más valor al humor del absurdo sobre la razón. En esa línea me gustaban mucho Tip y Coll, que convertían un acto ordinario como llenar un vaso de agua en una magnífica fiesta de lo absurdo, o vendían una hélice de avión a un señor que paseaba tranquilamente por el desierto.

También me gustaban Faemino y Cansado cuando imitaban a Txiki Benegas en el dentista o se disfrazaban de Torre de Pisa o de Croissant de jamón. Y qué decir de Rafael Azcona o de Miguel Mihura.

...

Ayer me volvió a ocurrir. Encendí el ordenador para escribir un artículo y no supe qué contar.

La tarde se resumió en siesta, decepción con el partido de España, y acostarse. Creo que el cansancio tiene algo que ver, también el aburrimiento de una vida llena de rutinas que no se pueden romper.

Este fin de semana voy a una boda. Estuve pensando seriamente ir o no ir. No conozco a ningún invitado. Se me hace cuesta arriba ir a un sitio donde no conozco a nadie, pero finalmente ha sido precisamente eso lo que me ha decidido a ir. Tengo que romper las pocas rutinas que pueda romper y conocer gente.

A ver si este fin de semana que se acerca me da alguna buena idea sobre la que escribir. Mientras tanto cubriré mi necesidad de expresión comentando los blogs de los demás que es algo que me entretiene mucho.

colecciones

Practicamente no veo la tele, pero el otro día la encendí y vi una sesión de anuncios. Me quedé petrificado al ver la cantidad de colecciones que han sacado las editoriales para este mes.

Supongo que habrá estudios sociológicos muy serios que digan que es en septiembre cuando nos apetece empezar a coleccionar cosas. Vi "Tu casa de muñecas andaluzas", "Tu réplica del buque San Felipe", "Los coches de Carlos Sainz". No sé cuál me gusta más.

Recuerdo colecciones de otros años: "Taxis del mundo", "Dedales de coleccion", "Jarrones del mundo",...

Nunca he sido demasiado aficionado a las colecciones, pero me figuro que el que tenga por afición coleccionar réplicas de la torre Eifel, o monedas extranjeras, querrá tener su propia colección y que sea distinta a las colecciones de los demás. Comprando estos fascículos en el kiosko esto no se consigue.

También puede optarse por cosas más prácticas: curso de ruso, construye tu propia radio, o monta tu propia réplica del coche de Fernando Alonso.

Es fascinante el mundo de la publicidad y el márketing.

Hoy un párrafo del Quijote.

En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquellos tomarían; y, por imitarlos, estuvo un rato quedo, y al cabo de haberlo muy bien pensado soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza.

Otoñando

Hoy cambio de horario en el trabajo. Vuelvo al horario de invierno.

Por otro lado ayer fui a correr por el parque y vi que, por mucho que se empeñe el verano en colear y mandarnos calores insufribles, el otoño está llegando. Había un montón de hojas en la acera. Llegará pronto un día en el que no podamos salir de casa sin chaqueta. Ese día diremos "ha llegado de golpe" o "sin avisar hemos pasado de un calor insoportable al frío". Y no será verdad. Lo que pasa es que nos negamos a creer que se acaba el verano y que vamos directos hacia la época más triste del año por eso negamos las señales de que el otoño ya está aquí.

Además, en Zaragoza, el otoño es dulcísimo como decía Labordeta en su "Zarajota Blues":

"...
Madrastra,
madre inútil,
invierno de un estío brutal
sin primavera.
Y ese otoño dulcísimo
que afila las paredes
de tus viejas murallas
cayéndose
por todas tus ventanas.
Vieja tumba
crecida a mis espaldas
..."

Dejarán de tener hojas los árboles y dejarán de llevar minifaldas y escotes las muchachas. Dejará de calentarse la cerveza en los bares y cogerán polvo las sillas de las terrazas.

Se volverán a llenar los cines y a vaciarse los parques los domingos por la tarde. Volverá a ser imposible pasear por la orilla del río en cuanto el cierzo quiera castigar al caminante. Volverá la mujer que baja a comprar a inclinar su espalda y el anciano a subirse las solapas de su gabardina para proteger su garganta. El poeta cantará a la tristeza, los enamorados no saldrán porque preferirán el calor de un hogar. En las cafeterías bajará el consumo de zumos y subirá el de café. Y los filósofos de bar dirán "Otoño entrante, barriga tirante". Volverá a llover en tromba, volverá la tristeza a las calles y las ganas de recogerse pronto en casa.

Habrá que aprovechar lo poco que queda de verdadero verano.

Consciencia.

Me tumbé boca arriba. Las palmas de las manos mirando al cielo. Los ojos entreabiertos sin fijar la mirada en ningún sitio. Alejé todo pensamiento de mi cabeza y me abandoné al momento y al aire de la mañana que acariciaba mi pecho desnudo. Comencé a concentrarme en mi respiración sin pretender cambiarla, únicamente la observaba. Me di cuenta de lo difícil que es observar la respiración sin alterarla. Sólo concentrándome en ella, tratando de ver cómo estaba respirando, me di cuenta que ella por sí misma se volvía más profunda, más relajada.

Cuando llevaba diez minutos así empecé a observar otras pequeñas señales. Tenía tenso el muslo izquierdo. Observando esa tensión, desapareció sola. Como por arte de magia fui consciente de cada parte de mi cuerpo. En la punta de los dedos notaba la circulación fluida y relajada de la sangre.

Al cabo de otros diez minutos a mi mente asomaron mis miedos, mis dolores emocionales, mis ansias. Entonces vi que observando estas emociones que ahogan el alma a diario, algunas de ellas desaparecían y todas se volvían más intrascendentes.

Durante el resto del día no tuve miedo al futuro, sólo curiosidad por saber cómo era.

...

por la mañana he bajado a comprar al supermercado que hay en mi calle. Cuando me he puesto en la fila de la caja número 7 la he descubierto. Era la mujer de la que hablaba Azorín.

Su pelo iba suelto, ondulado, casi despeinado y con la humedad de quien se acaba de duchar. Parecía tener un aroma a yerba fresca, a flores recién cortadas. Sus piernas eran largas e iban metidas en un pantalón ajustado. No es que fuera excesivamente bella, al menos según los cánones habituales, no llamaba la atención en la fila, pero algo que no alcanzo a razonar ha hecho que no pudiera apartar la vista de sus hombros, de su pelo, de sus gestos, de su compra. Sólo llevaba una bolsa con langostinos. Se intuía en toda ella esa belleza que sólo se muestra en intimidades, en miradas, en sonrisas.

He puesto lo que llevaba en la cesta sobre la cinta. Un paquete de comida para mi periquito y media docena de cervezas. Una botella se ha tumbado con el correr de la cinta y dulcemente ella la ha vuelto a poner de pie con un gesto amable, sencillo y delicado. Casi he sentido vergüenza por no haber comprado una botella de lavavajillas o un frasco de algo más doméstico. Mi compra era la propia de un soltero que ve el fútbol mientras bebe cerveza tras cerveza. ¿Habrá pensado eso de mí? He sentido ese pudor pueril que sienten los niños cuando hacen algo que no saben si está bien y quieren que sus padres no les pregunten para poderse salir con la suya. Tras poner de pie la botella me ha mirado y ha sonreído. Eso me ha reconfortado.

No sé cómo explicarlo pero me he sentido turbado el resto de la mañana. ¿Vivirá en el barrio? ¿Por qué no la he visto antes? ¿Acaso la he visto y no me he fijado? ¿Qué extraña afinidad ha surgido guardando fila? ¿Habrá sentido ella lo mismo?

Después he vuelto a casa, he preparado unas lentejas y cabezada empanada. He comido, he fregado, me he echado la siesta y al levantarme he visto terminar la primera etapa de la Vuelta ciclista a España. He decidido emplear el resto de la tarde a fondo para no pensar demasiado en lo fácil que es dejarse llevar por una sonrisa, por un gesto, por una belleza intuida.

Hoy un texto de Isabel Allende

Te quitabas la faja de la cintura, te arrancabas las sandalias, tirabas a un rincón tu amplia falda, de algodón, me parece, y te soltabas el nudo que te retenía el pelo en una cola. Tenías la piel erizada y te reías. Estábamos tan próximos que no podíamos vernos, ambos absortos en ese rito urgente, envueltos en el calor y el olor que hacíamos juntos. Me abría paso por tus caminos, mis manos en tu cintura encabritada y las tuyas impacientes. Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus piernas invencibles, me decías mil veces ven con los labios sobre los míos. En el instante final teníamos un atisbo de completa soledad, cada uno perdido en su quemante abismo, pero pronto resucitábamos desde el otro lado del fuego para descubrirnos abrazados en el desorden de los almohadones, bajo el mosquitero blanco. Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos. A veces te sentabas a mi lado, con las piernas recogidas y tu chal de seda sobre un hombro, en el silencio de la noche que apenas comenzaba. Así te recuerdo, en calma.

Tú piensas en palabras, para ti el lenguaje es un hilo inagotable que tejes como si la vida se hiciera al contarla. Yo pienso en imágenes congeladas en una fotografía. Sin embargo, ésta no está impresa en una placa, parece dibujada a plumilla, es un recuerdo minucioso y perfecto, de volúmenes suaves y colores cálidos, renacentista, como una intención captada sobre un papel granulado o una tela. Es un momento profético, es toda nuestra existencia, todo lo vivido y lo por vivir, todas las épocas simultáneas, sin principio ni fin. Desde cierta distancia yo miro ese dibujo, donde también estoy yo. Soy espectador y protagonista. Estoy en la penumbra velado por la bruma de un cortinaje traslúcido. Sé que soy yo, pero yo soy también éste que observa desde afuera. Conozco lo que siente el hombre pintado sobre esa cama revuelta, en una habitación de vistas oscuras y techos de catedral, donde la escena aparece como el fragmento de una ceremonia antigua. Estoy allí contigo y también aquí, solo, en otro tiempo de la conciencia. En el cuadro la pareja descansa después de hacer el amor, la piel de ambos brilla húmeda. El hombre tiene los ojos cerrados, una mano sobre su pecho y la otra sobre el muslo de ella, en íntima complicidad. Para mí esa visión es recurrente e inmutable, nada cambia, siempre es la misma sonrisa plácida del hombre, la misma languidez de la mujer, los mismos pliegues de las sábanas y rincones sombríos del cuarto, siempre la luz de la lámpara roza los senos y los pómulos de ella en el mismo ángulo y siempre el chal de seda y los cabellos oscuros caen con igual delicadeza.

Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que entro en el espacio del cuadro y ya no soy el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer. Entonces se rompe la simétrica quietud de la pintura y escucho nuestras voces muy cercanas.

-Cuéntame un cuento -te digo.
-¿Cómo lo quieres?
-Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.

Rolf Carlé.

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Con este texto comienza "Cuentos de Eva Luna". Me parece magnífico. Incluso la firma de Rolf Carlé, personaje de la novela "Eva Luna". Cada cierto tiempo, cuando me hace falta una lectura rápida de algo que me relaje y me anime, agarro ciertos fragmentos de ciertas novelas, o un libro de poesía de Salinas, Neruda, Gloria Fuertes, o cualquier otro buen poeta. Este texto puede que lo haya leído ya más de cien veces.

diferencias culturales.

Me han visitado estos días mis amigos de Londres. Siempre es una experiencia estar con ellos.

Hablamos de lo divino y lo humano, compartimos preocupaciones, sueños, y sentimientos. Ellos vuelven para la ciudad del Támesis y continúan con su vida.

Me hablaron de cómo se está viviendo allí el caso del brasileño asesinado por la policía británica. Allí, en su concepción de la vida, las cosas están o bien o mal. No hay término medio. Por tanto, no les tiembla la mano en una invasión o en una actuación policial. Me contaron que los ingleses de a pie, los que se levantan todos los días para ir a la fábrica o a la oficina, están muy convencidos de que el estado no puede andarse con chiquitas a la hora de combatir el terrorismo o cualquier otra actividad maligna. Por otro lado tienen muy asumido que a veces se cometen errores, y que cuando se tiene esa filosofía de vida pueden tener graves consecuencias. Así pues, dicen que los Londinenses no están escandalizados por el vergonzoso caso del brasileño. No es que lo vean bien, pero entienden que es un error y que es una lástima pero es el precio a pagar para tener un sistema seguro. Ellos alucinan con esto.

Entre los tres empezamos a imaginar qué habría pasado en España en un caso similar. La oposición habría pedido la comparecencia del Ministro del interior, y cuando éste hubiera comparecido, la del Presidente del Gobierno. Ninguna explicación habría sido suficiente y, en cualquier caso, el Gobierno estaría compuesto por incompetentes a juicio de la oposición y la mayoría de ciudadanos. Asociaciones de extranjeros, contra el racismo, de derechos humanos, de amas de casa e incluso de jugadores de petanca que pasaran por allí se pondrían en la puerta del Congreso para gritarles a los miembros del gobierno que son unos fascistas. Se promoverían manifestaciones en las que se gritara ¡Fulano asesino, fulano asesino! al ministro de turno. Eso sí, el policía que a bocajarro y a sangre fría hubiese vaciado su pistola en el cráneo del brasileño cumpliría un par de meses de cárcel y el Estado se haría cargo de la indemnización.

Espero que se me entienda. Me parece escandaloso que la gente en Londres no le dé importancia al caso y lo asuma como normal. Pero creo que en España, con lo acostumbrados que estamos a cogérnosla con papel de fumar, la cosa no habría sido mucho mejor.

Periodismo de verano. Ponerse en forma, bares de Zaragoza e Hijos de Carod

Me encanta la radio en agosto. Sin noticias, casi sin posibilidad de tertulia de actualidad, con los políticos de vacaciones, el ingenio toma la palabra. En agosto se pueden escuchar interesantísimos programas de cocina, cine clásico, libros, humor no político,... En agosto podemos distinguir perfectamente a los profesionales que tienen inventiva de los que no. Escuché el otro día un interesante programa que comparaba las distintas técnicas existentes para ponerse en forma. Tai-Chi, Yoga, Método Pilates, Footing, etc. Diseccionaba cada una de ellas y explicaba qué aporta cada una. No hay tiempo el resto del año para hacer a mitad de tarde un programa sobre esto.

Algo parecido ocurre con los periódicos. Los domingos, por tradición familiar entre otras cosas, leo el Heraldo. Los meses de agosto, la serie de viñetas de Cano son impagables. Recuerdo el año de "La Monja Pintora" que nos recreó con una serie de viñetas tronchantes. Este año: "Los consejos de Don Quijote". Sensacional Cano.

Hoy leo también un interesante artículo sobre bares de Zaragoza que han cimentado su prestigio en alguna particularidad como celebrar exposiciones, ser centro de reunión de gente peculiar, o cualquier otra cosa. Estos bares, según cuenta el artículo, están abocados a convertirse en tugurios modernos que sirvan cubatas en cadena y estén alejados de lo que han sido. A mí, como amante de los libros que he leído de Galdós, el cierre que más pena me da es el de Casa Lac, donde el genial escritor canario confeccionó su episodio nacional Zaragoza, y que aún conservaba en su tablón de anuncios recortes de prensa de la época que así lo atestiguaban. Por otro lado la historia moderna de Zaragoza es la historia de cafeterías y bares que desaparecen. El Ambos Mundos, donde se reunía la intelectualidad de la época desapareció hace muchas décadas, el Plata cerró con una especie de luto público y lamentos por la renuncia de la ciudad a mantener parte de su historia. La sala En Bruto perdió su sentido ahogada por el hecho de que la gente sólo está dispuesta a ir a conciertos donde estén acompañados por al menos dos mil personas. Cuenta también como han superado la amenaza de cierre bares como La Campana de los Perdidos.

Por último, me sorprendo leyendo un pequeño espacio dedicado a una noticia que, probablemente no habría tenido repercusión en enero. Un padre y su hijo han sido multados por insultar a unos Mossos de Esquadra llamándoles "hijos de Carod". Y me parece bien. No se puede perder la elegancia ni para insultar, así que ante tal exabrupto, justa es la multa. Incluso sería partidario yo de una indemnización al policía que seguramente volvió a casa cabizbajo y herido en su dignidad. No sé yo si soportaría que en mi trabajo alguien me llamara "hijo de Carod". ¡Qué desconsideración!

Contar cuentos.

Tuve durante estas vacaciones la ocasión de actuar como cuentacuentos. No era la primera vez que lo hacía. Hasta hace 6 años practicaba esta afición con asiduidad.

En un principio contaba cuentos para niños de 8 a 11 años, pero con el tiempo tuve que hacerlo para gente más adulta. Entonces descubrí que las historias que gustaban a los niños también gustaban a los mayores. Al contrario es más difícil, pero con 20, 21, 25 ó 30 años la historia de la Cerillera de Andersen o cualquier otro cuento infantil, emociona lo mismo que si eres niño. Ni siquiera hay que utilizar otro lenguaje.

Mi primer contacto con los cuentos fue en una sesión en la que dos maravillosos contadores se presentaron diciendo que pretendían entrar en nuestro corazón y que el camino más directo pasaba por las orejas. A partir de ahí me tuvieron enganchado más de una hora en la que no pude prestar atención a nada más que no fueran sus gestos, sus gritos, sus narraciones, sus interpretaciones. Cuando salí lo tenía claro: tenía que hacer cursos y lanzarme a contar cuentos por ahí. Luego la vida me alejó de eso, pero creo que siempre que tenga la ocasión disfrutaré con ello.

Ahora es raro que a un niño le cuenten cuentos. Como mucho se les leen. Y no es lo mismo. El estímulo que supone para la imaginación el identificarse con el Rey Sabio, con el Ingenioso Labrador, o el Humilde Pescador que aparece en el cuento contado por alguien que agita los brazos, que salta, que interpreta, que cambia el tono de su voz, no puede sustituirse con un cuento leído con la esperanza de dormir al niño remolón que se resiste a entrar en el paraíso de Morfeo. Interiorizar un cuento requiere mantenerse despierto, atento, pensar los detalles, imaginarse que se es el protagonista, verse vestido con el traje de guerrero, de leñador, de bufón,...

Resulta muy gratificante ver a los niños con la boca abierta mirándote ansiosos por conocer más. En esta ocasión tuve la experiencia de contar con público infantil y adulto mezclado y las caras de unos y otros eran iguales. Lástima que estos 6 años sin contar cuentos dejaran en mi memoria únicamente los detalles suficientes para contar un par de historias.

Tenemos en España una riquísima tradición de cuentos. Casi todos con estructuras parecidas en las que aparecen reyes sabios, leñadores ingeniosos, bufones con sentimientos profundos, caballeros generosos, pescadores humildes, princesas bondadosas, etc. No son los cuentos de tradición española muy dados a las hadas que conceden deseos, aunque las hay, ni tampoco se recrean en magias ni en pócimas de brujas. Se nutren más de los valores humanos que de los divinos. Dan lecciones de honradez, humildad, tesón, paciencia, ingenio,...

Los cuentos contados deberían ser como los abrazos, hay que darlos porque todo el mundo necesita recibirlos.

El regreso de las vacaciones

Ya he vuelto de vacaciones. Y he vuelto tan tranquilo que no siento en mí el impulso necesario para contar mis paranoias. Sospecho que al menos durante unas semanas este blog llevará otro ritmo.

La primera semana la pasé en un pueblecito de Teruel. Fue una semana mágica donde encontré muchas cosas. Casi todas dentro de mí, algunas agradables y otras no tanto, pero todas me sirvieron para ser más consciente de quien soy. La magia existe, lo sé porque yo he vivido una semana mágica en un pueblecito de Teruel.

La segunda semana de agosto estuve en la playa. Me lo pasé bien porque iba con amigos. Eso sí, este año echo de menos el Pirineo. Por primera vez en 19 años no subo al Pirineo en verano.

Me fui de vacaciones con la idea de leer. Seleccioné un par de libros, pero en Teruel regalé uno cuando sólo me había leído unas 40 páginas(Carmen Martín Gaite. Cuentos completos). Me lo volveré a comprar, me estaba haciendo disfrutar mucho. Por contra, en la segunda semana me han regalado unos cuantos:

- Gonzalo Torrente Ballester. Don Juan. Ya me lo he empezado y pinta muy bien.

- Benito Pérez Galdós. Un par de episodios nacionales. Sospecho que Galdós no hizo nada malo, así que caerán algún día.

- Juan Marsé. Si te dicen que caí. Me lo regaló Irenia convencida de que no lo quería para nada. No le gustó cuando lo leyó. En cambio, tengo algún que otro amigo que me habla maravillas de este libro. En fin, cuando lo lea podré juzgar.

Ahora toca asentarse, bajar de la nube, o quizá alimentarla para no dejar nunca de estar en ella. Se acercan fechas duras y no sólo por la vuelta al trabajo, creo que me sentará bien tomarme las cosas con calma, incluido el blog.

Fin de temporada

Se acercan las vacaciones. En concreto comienzan el sábado por la mañana. Así, mañana y pasado se prevén como días de maletas, compras de última hora, preparación de itinerarios,...

Creo que es mejor cerrar el garito hasta nuevo aviso. Mi idea es volver a escribir antes de que acabe agosto.

Comencé este blog sin la seguridad de ser capaz de mantenerlo mucho tiempo activo. Siempre he tenido claro que un blog, para ser activo debe ser actualizado con frecuencia. Creo haber cumplido conmigo mismo de manera satisfactoria. Eso sí, asumiendo las crisis en las que no sabes qué decir para justificar la visita al blog. Me ha servido también para conocer gente interesante, y para que otros blogueros dejaran sus links y yo disfrutase con sus artículos.

En definitiva, mi idea con este blog era la de forzarme a escribir, expresarme, buscar nuevos adjetivos, exprimir el magín para construir pequeñas historias, artículos de opinión,... pero la idea se ha ido modificando y ahora es más amplia. Espero que la próxima ronda solar sea igual de provechosa que lo ha sido esta primera. También confío en que las vacaciones me den nuevas historias para mantener este espacio tan activo como hasta ahora.

Feliz verano a todos.

Criterio para elegir

Tengo un tema recurrente al que dedicar mis pensamientos cuando me apetece filosofar conmigo mismo. Se trata de cuál es el criterio acertado para elegir cuando de arte se trata.

Tengo en casa una publicación de Diario 16, antigua, desgastada, que consiste en una selección de artículos aparecidos en su suplemento Culturas. Está dicha publicación a mitad de camino entre un libro de artículos y una revista extensa. Me llegó fruto del azar y del aprecio que me tiene un amigo al que le apareció en una limpieza profunda de su casa. Me voy a deshacer temporalmente de esta encuadernación y estoy reabriendo sus hojas y leyendo aquellos artículos que llaman mi atención en un golpe de vista. Así, leo un artículo del Nobel estadounidense Joseph Brodsky que cavila acerca del criterio para elegir libros que leer. Disecciona las diferentes posibilidades. Desecha primeramente seguir el consejo de los críticos ya que, según afirma, (el crítico) "puede ser tan mediocre e ignorante como nosotros mismos, puede tener una fuerte predilección por un tipo de escritura o, sencillamente, estar comprometido con la industria publicista y si es un escritor de talento puede convertir su crítica en una forma independiente de arte -Jorge Luis Borges es un caso cimero- y uno termina por leer las críticas en lugar de los propios libros". Otra posibilidad que propone es dejarse guiar por lo que hayan leído nuestras amistades. Todo el mundo lo hemos hecho alguna vez, y está claro que eso no forja un criterio inequívoco.

La solución que aporta Brodsky es leer poesía para aprender a distinguir. Y no me parece un mal criterio. En la poesía el engaño no se puede sostener. La poesía o trasmite algo o no, ninguna palabra accesoria mejora un poema, lo que hay tiene que estar y no vale rellenar con paja. Dice Brodsky: "Cuanta más poesía se lee, menos tolerante se vuelve uno ante la verborrea de cualquier clase, ya sea en discursos políticos, filosóficos, en estudios históricos o sociales o en el arte de la ficción".

Me parece un criterio acertado, aunque no es la única solución válida. Me figuro que muchos podrían decir lo mismo, o parecido, del teatro.

Mi criterio consiste en leer muchos clásicos y, de vez en cuando, dejarme caer por autores contemporáneos, y evitar en la medida de lo posible los Best Sellers de las listas de ventas. Esto ya lo expliqué hace algún tiempo, así que no me extiendo. Tampoco es un criterio muy fiable, para qué engañarse, pero es el mío y a mí me vale.

Hace poco, como a casi todo el que tiene afición por el mundo de la novela, una conocida me recomendó El código da Vinci. Le dije:

- Si dentro de veinte años alguien me lo siguen recomendando tal vez me lo lea.

- Pues vaya un criterio -me dijo con aire de superioridad

- ¿Qué pasa?¿Va a ser peor libro dentro de veinte años? ¿Quién me asegura que su éxito actual no responde a un interés comercial?

- Tú es que estás acostumbrado a leer cosas muy raras.

Y digo yo, que a dónde hemos ido a parar para que leer a Unamuno, Cervantes, Galdós, Dickens, Kipling, etc. esté considerado raro.

Tan razonable es que mi conocida diga que yo sólo leo cosas raras, como que yo diga de ella que sólo lee estupideces y novelas sin calidad. Ella no se acerca con curiosidad a mis lecturas ni falta que le hace y yo me reafirmo en que evitando las modas me estoy librando de mucha bazofia impresa. Supongo que también algo me estaré perdiendo, pero como no tengo tiempo para todo lo bueno que hay por leer tampoco me preocupa en exceso.

Fernando G. Jaén dice en su último número de Sin@psis(1), refiriéndose a unas cuantas novelas que el leyó siguiendo la moda de mediados de los ochenta: "Queden ellos felices en su vanagloria auspiciada por los medios de comunicación de masas y goce yo de mi libertad para leer a los que alimentan mi espíritu ..." también: "Consuma cada cual su tiempo y su dinero como le dé la gana. Así lo hago yo".

La sensación que me queda tras leer a Fernando G. Jaén y a Brodsky es que la búsqueda de un criterio inequívoco es una labor de muchos años que supongo nunca culmina, ya que los gustos evolucionan y también el bagaje como lector, la exigencia ante una nueva obra, o la capacidad de discernir dónde está la calidad. También veo que es algo a lo que todo lector de largo recorrido se enfrenta constantemente.

(1) Sin@psis es una revista gratuita que su autor envía por correo a amigos y conocidos y que puede encontrarse en alguna librería de Barcelona e incluso alguna vez ha estado en La campana de los perdidos.

textos en el autobús.

Me he subido en el autobús para ir al centro. Tenía que comprar unos regalos y el calor no invitaba a ir andando como suelo. En el autobús he descubierto una campaña que ni había oído nombrar, ni sé cuánto tiempo lleva en marcha. Consiste en unas pegatinas que contienen textos de autores como Carmen Laforet, Josep Plá, Sánchez Ferlosio, Martínez de Pisón, Ángel González, Rubén Darío, etc.

Son estas pegatinas del tamaño de un folio de modo que aquel que quiera mirar por la ventana puede seguir haciéndolo, pero aquel que esté próximo al cristal podrá aligerar el trayecto leyendo el texto en cuestión. Abajo del todo una frase pretende incitar a continuar en casa: "Esto es sólo una página, en el libro están el resto" ó "Ya has hecho lo más difícil. Empezar un libro ¿Por qué no lo acabas?".

He entrado en la página web que figura en las pegatinas y he descubierto que es una campaña que lleva varios años en Madrid. Me ha encantado. No sé si atraerá muchos nuevos lectores. Al fin y al cabo la lectura no creo que haya sido una afición de masas nunca, pero seguro que al menos hace más llevadero algún atasco, o ¿quién sabe?, igual hasta nos descubre a algún autor, o nos mete el gusanillo por alguno de los libros de los que se han seleccionado esos párrafos.

Se pueden leer los textos de éste y de otros años aquí.

Un párrafo de Memorias de Adriano.

Costillo es un maravilloso racionalista que me ha descubierto muchos mundos literarios. Su maravillosa conversación y la de su galdosiana esposa me han dado al menos media docena de autores y un montón de títulos a los que acercarme. También una revista que publica con tesón y sin otro ánimo que el de disfrutar haciendo, me ha abierto algún que otro apetito literario.

Me dijo una vez que Memorias de Adriano era, para él, una de las cumbres de la historia de la Literatura. A día de hoy aún no me lo he leído, pero han caído ante mis ojos unos fragmentos y no me resisto a copiar éste. A ver cuándo tengo ocasión de deslizar mi vista por los renglones de esta obra.

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Una parte de cada vida, y aun de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes. Mi impotencia para descubrirlos me llevó a veces a las explicaciones mágicas, a buscar en los delirios de lo oculto lo que el sentido común no alcanzaba a darme. Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el parloteo fortuito de las aves, o hacia el lejano contrapeso de los astros.

(Yourcenar. Memorias de Adriano)

...

he abierto casi por instinto la herramienta para escribir un nuevo artículo. Pero, una vez más, no tengo nada interesante que contar. Podría contar que vengo corriendo de comprar por el centro el disco que aún no tenía de Quique González y un libro de Carmen Martín Gaite; podría contar que he visto el centro muy limpio y con mucha gente paseando. Gente sin prisa, gente esperando en las escaleras de la Diputación, gente parándose en los escaparates, matrimonios con carrito de niño, parejas de ancianos tomando el aire, podría incluso mentir y decir que tomaban el fresco, pero no.

También he visto grupos de jóvenes sin escuela, sin deberes, sin dinero, sin ganas de afrontar el resto del verano; chicas con escote y minifalda, autobuses llenos de peatones dimisionarios ante la pereza que da ir andando con 39 grados en tus hombros.

Podría contar incluso que he entrado en la carnicería y he comprado un paquete de migas que había de oferta y una lata de atún. Un par de hamburguesas y unos filetes de cabezada.

Pero tengo prisa por ducharme, tumbarme en el sofá y dejar pasar la tarde.

Rayuela. Capítulo 7. (como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces)

Tras tanto nombrarlo, no estaría bien que no lo colgase alguna vez. Ahí va.

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Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.



Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

(Julio Cortázar. Rayuela. Capítulo 7)

Las torres de Manhattan

hoy me ha llegado este link: http://www.aguaron.net/ny/ny.htm . Me parece un buen resumen de esa jornada. Me he emocionado al verlo. En la tierra del espectáculo televisivo, unos terroristas lograron crear un espectáculo horroroso que pasará a la historia como uno de los espectáculos más grandes y horripilantes narrados en directo.

Las sucesivas generaciones tendrán una información tan detallada de este ataque, que el conocimiento acerca de él no tendrá comparación con ninguna batalla ni ningún golpe de estado.

Creo recordar que morían unas 3000 personas mientras el tonto que EE.UU. aún tiene por presidente sólo era capaz de decir cosas como "se van a enterar, esto lo pagarán". Como un matón de escuela, como lo que es. Impresionante la foto del ejecutivo agarrando su maleta y su chaqueta y sin saber por dónde entrar a su oficina.

Los heraldos negros (César Vallejo)

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.

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Me quedo con este poema recitado por Norma Aleandro en Cleopatra. Aunque de esa película no sé si destacar más a Norma, la presencia del poema de Vallejo, o la fabulosa banda sonora de Paco Ortega.

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¡NOS VAMOS HACIA EL FUTURO!