diferencias culturales.
Me han visitado estos días mis amigos de Londres. Siempre es una experiencia estar con ellos.
Hablamos de lo divino y lo humano, compartimos preocupaciones, sueños, y sentimientos. Ellos vuelven para la ciudad del Támesis y continúan con su vida.
Me hablaron de cómo se está viviendo allí el caso del brasileño asesinado por la policía británica. Allí, en su concepción de la vida, las cosas están o bien o mal. No hay término medio. Por tanto, no les tiembla la mano en una invasión o en una actuación policial. Me contaron que los ingleses de a pie, los que se levantan todos los días para ir a la fábrica o a la oficina, están muy convencidos de que el estado no puede andarse con chiquitas a la hora de combatir el terrorismo o cualquier otra actividad maligna. Por otro lado tienen muy asumido que a veces se cometen errores, y que cuando se tiene esa filosofía de vida pueden tener graves consecuencias. Así pues, dicen que los Londinenses no están escandalizados por el vergonzoso caso del brasileño. No es que lo vean bien, pero entienden que es un error y que es una lástima pero es el precio a pagar para tener un sistema seguro. Ellos alucinan con esto.
Entre los tres empezamos a imaginar qué habría pasado en España en un caso similar. La oposición habría pedido la comparecencia del Ministro del interior, y cuando éste hubiera comparecido, la del Presidente del Gobierno. Ninguna explicación habría sido suficiente y, en cualquier caso, el Gobierno estaría compuesto por incompetentes a juicio de la oposición y la mayoría de ciudadanos. Asociaciones de extranjeros, contra el racismo, de derechos humanos, de amas de casa e incluso de jugadores de petanca que pasaran por allí se pondrían en la puerta del Congreso para gritarles a los miembros del gobierno que son unos fascistas. Se promoverían manifestaciones en las que se gritara ¡Fulano asesino, fulano asesino! al ministro de turno. Eso sí, el policía que a bocajarro y a sangre fría hubiese vaciado su pistola en el cráneo del brasileño cumpliría un par de meses de cárcel y el Estado se haría cargo de la indemnización.
Espero que se me entienda. Me parece escandaloso que la gente en Londres no le dé importancia al caso y lo asuma como normal. Pero creo que en España, con lo acostumbrados que estamos a cogérnosla con papel de fumar, la cosa no habría sido mucho mejor.
Hablamos de lo divino y lo humano, compartimos preocupaciones, sueños, y sentimientos. Ellos vuelven para la ciudad del Támesis y continúan con su vida.
Me hablaron de cómo se está viviendo allí el caso del brasileño asesinado por la policía británica. Allí, en su concepción de la vida, las cosas están o bien o mal. No hay término medio. Por tanto, no les tiembla la mano en una invasión o en una actuación policial. Me contaron que los ingleses de a pie, los que se levantan todos los días para ir a la fábrica o a la oficina, están muy convencidos de que el estado no puede andarse con chiquitas a la hora de combatir el terrorismo o cualquier otra actividad maligna. Por otro lado tienen muy asumido que a veces se cometen errores, y que cuando se tiene esa filosofía de vida pueden tener graves consecuencias. Así pues, dicen que los Londinenses no están escandalizados por el vergonzoso caso del brasileño. No es que lo vean bien, pero entienden que es un error y que es una lástima pero es el precio a pagar para tener un sistema seguro. Ellos alucinan con esto.
Entre los tres empezamos a imaginar qué habría pasado en España en un caso similar. La oposición habría pedido la comparecencia del Ministro del interior, y cuando éste hubiera comparecido, la del Presidente del Gobierno. Ninguna explicación habría sido suficiente y, en cualquier caso, el Gobierno estaría compuesto por incompetentes a juicio de la oposición y la mayoría de ciudadanos. Asociaciones de extranjeros, contra el racismo, de derechos humanos, de amas de casa e incluso de jugadores de petanca que pasaran por allí se pondrían en la puerta del Congreso para gritarles a los miembros del gobierno que son unos fascistas. Se promoverían manifestaciones en las que se gritara ¡Fulano asesino, fulano asesino! al ministro de turno. Eso sí, el policía que a bocajarro y a sangre fría hubiese vaciado su pistola en el cráneo del brasileño cumpliría un par de meses de cárcel y el Estado se haría cargo de la indemnización.
Espero que se me entienda. Me parece escandaloso que la gente en Londres no le dé importancia al caso y lo asuma como normal. Pero creo que en España, con lo acostumbrados que estamos a cogérnosla con papel de fumar, la cosa no habría sido mucho mejor.
1 comentario
Martin del convento -
esto limita la posibilidad que milite en su seleccion nacional de futbol... lo que da la posibilidad aunque remota... de que salga campion del mundo otro seleccionado...
asi que por el bien de una reparticion ecuanime de la copa mundial... de vez en cuando un brasileiro deben matar