Anda el mundo necesitado de héroes.
Está el mundo tan necesitado de héroes, que cuando se oyen historias como la de Bobby Fisher se presupone que es la historia de una persona íntegra.
La verdad es que Fisher no se esconde a la hora de hacer declaraciones. Quizá por eso se le perdona que sea tan desagradable. Ciertamente él se ha labrado su propia leyenda. Una ley absurda estrictamente interpretada lo exilió de un país que, curiosamente, pretende ser el espejo democrático en el que se mire el resto del mundo. Tampoco él ha mostrado especial aprecio por ese país, ciertamente.
En el gesto de jugar en la Yugoslavia embargada, muchos aún quieren ver la rebeldía del genio, la afirmación de su personalidad. La realidad sólo él la sabe, pero cierto es que, el que fue bandera de EEUU contra el comunismo, héroe de la nación más poderosa en lo económico, estaba necesitadísimo de dinero cuando jugó la revancha Yugoslava contra Spassky. No es que jugar por dinero le quite mérito deportivo; todos sacrificamos cosas por dinero. La mayoría entregamos 8 horas diarias como sacrificio para obtener vil metal. Sólo que la historia ya no parece tan romántica como algunos nos la quieren pintar.
Fisher era un deportista extraño. Son célebres sus salidas de tono en Islandia cuando pidió que bajaran las luces y que se expulsara de la sala a los niños que comían chocolatinas porque le desconcentraban. Entre otras extravagancias se puede contar que se mandó extraer varios dientes porque creía que los rusos le habían implantado radiotransmisores, o que se presentó diez días tarde al torneo que finalmente ganó en Islandia
Se retiró del ajedrez de forma oficial, pero Short -uno de los mejores maestros de partidas rápidas del mundo- asegura haberse enfrentado a él a través de internet. Uno de sus argumentos para asegurar tal cosa es que se vio derrotado por 8-0 ante un desconocido que conocía perfectamente el historial y la forma de jugar de Fisher. Short asegura que fue como si un melómano escuchara una partitura escondida de Mozart.
Lo dicho: que la genialidad no está ligada a la heroicidad, y que lo verdaderamente preocupante de la peculiar y novelesca historia de Fisher es lo necesitados que estamos de héroes, en este mundo tan tecnológico, para convertir a cualquiera que se enfrente al imperio yanqui en abanderado nuestras esperanzas.
La verdad es que Fisher no se esconde a la hora de hacer declaraciones. Quizá por eso se le perdona que sea tan desagradable. Ciertamente él se ha labrado su propia leyenda. Una ley absurda estrictamente interpretada lo exilió de un país que, curiosamente, pretende ser el espejo democrático en el que se mire el resto del mundo. Tampoco él ha mostrado especial aprecio por ese país, ciertamente.
En el gesto de jugar en la Yugoslavia embargada, muchos aún quieren ver la rebeldía del genio, la afirmación de su personalidad. La realidad sólo él la sabe, pero cierto es que, el que fue bandera de EEUU contra el comunismo, héroe de la nación más poderosa en lo económico, estaba necesitadísimo de dinero cuando jugó la revancha Yugoslava contra Spassky. No es que jugar por dinero le quite mérito deportivo; todos sacrificamos cosas por dinero. La mayoría entregamos 8 horas diarias como sacrificio para obtener vil metal. Sólo que la historia ya no parece tan romántica como algunos nos la quieren pintar.
Fisher era un deportista extraño. Son célebres sus salidas de tono en Islandia cuando pidió que bajaran las luces y que se expulsara de la sala a los niños que comían chocolatinas porque le desconcentraban. Entre otras extravagancias se puede contar que se mandó extraer varios dientes porque creía que los rusos le habían implantado radiotransmisores, o que se presentó diez días tarde al torneo que finalmente ganó en Islandia
Se retiró del ajedrez de forma oficial, pero Short -uno de los mejores maestros de partidas rápidas del mundo- asegura haberse enfrentado a él a través de internet. Uno de sus argumentos para asegurar tal cosa es que se vio derrotado por 8-0 ante un desconocido que conocía perfectamente el historial y la forma de jugar de Fisher. Short asegura que fue como si un melómano escuchara una partitura escondida de Mozart.
Lo dicho: que la genialidad no está ligada a la heroicidad, y que lo verdaderamente preocupante de la peculiar y novelesca historia de Fisher es lo necesitados que estamos de héroes, en este mundo tan tecnológico, para convertir a cualquiera que se enfrente al imperio yanqui en abanderado nuestras esperanzas.
2 comentarios
Athe -
Lo del anónimo es mio, que se me escapó el dedo, sorry.
Anónimo -