da lo mismo si eres cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.
He estado pensando qué era lo que hacía diferentes a Jiménez del Oso y a Joaquín Luqui. La diferencia estaba, -creo yo- en conocer lo que hacían. Ahora en televisión y en radio cualquiera hace cualquier cosa. No existe casi la figura del presentador especializado. Mejor dicho, cualquier gualtrapa pretende estar especializado en algo.
Cuando te nombran a Jiménez del Oso, piensas en fenómenos paranormales, si oyes Rodríguez de la Fuente, piensas en animales; si De la Cuadra Salcedo, en aventura. El caso es que ahora nos quedan pocos presentadores que realmente hayan sido elegidos por sus conocimientos. A mí se me ocurre nombrar a Antonio Gasset y sus Días de Cine, pero poco más. Cualquiera es comentarista político, crítico musical, de cine, etc.
En radio y prensa sí que queda alguno, aunque cada vez menos. -No nos olvidemos de Luis Alegre-. Pero ciertamente, como me dijo un amigo barcelonés, "el conocimiento no está de moda". Hemos dado una vuelta de tuerca al tango y lo de hoy no llega ni a Cambalache.
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Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé;
en el quinientos seis y en el dos mil también;
que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos, valores y dublés,
pero que el siglo veinte es un despliegue
de maldá insolente
ya no hay quien lo niegue;
vivimos revolcaos en un merengue
y en un mismo lodo todos manoseaos.
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro,
generoso, estafador.
Todo es igual; nada es mejor;
lo mismo un burro que un gran profesor.
No hay aplazaos, ni escalafón;
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo si eres cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón.
Que falta de respeto,
que atropello a la razón;
cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón.
Mezclaos con Stavisky,
van Don Bosco y la Mignón,
don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín.
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia contra un calefón.
Siglo veinte, cambalache
problemático y febril;
el que no llora, no mama,
y el que no afana es un gil.
Dale nomás, dale que vá,
que allá en el horno nos vamo'a encontrar.
No pienses más, echate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao.
Que es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata o el que cura
o está fuera de la ley.
(CAMBALACHE, Enrique Santos Discépolo)
Cuando te nombran a Jiménez del Oso, piensas en fenómenos paranormales, si oyes Rodríguez de la Fuente, piensas en animales; si De la Cuadra Salcedo, en aventura. El caso es que ahora nos quedan pocos presentadores que realmente hayan sido elegidos por sus conocimientos. A mí se me ocurre nombrar a Antonio Gasset y sus Días de Cine, pero poco más. Cualquiera es comentarista político, crítico musical, de cine, etc.
En radio y prensa sí que queda alguno, aunque cada vez menos. -No nos olvidemos de Luis Alegre-. Pero ciertamente, como me dijo un amigo barcelonés, "el conocimiento no está de moda". Hemos dado una vuelta de tuerca al tango y lo de hoy no llega ni a Cambalache.
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Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé;
en el quinientos seis y en el dos mil también;
que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos, valores y dublés,
pero que el siglo veinte es un despliegue
de maldá insolente
ya no hay quien lo niegue;
vivimos revolcaos en un merengue
y en un mismo lodo todos manoseaos.
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro,
generoso, estafador.
Todo es igual; nada es mejor;
lo mismo un burro que un gran profesor.
No hay aplazaos, ni escalafón;
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo si eres cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón.
Que falta de respeto,
que atropello a la razón;
cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón.
Mezclaos con Stavisky,
van Don Bosco y la Mignón,
don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín.
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia contra un calefón.
Siglo veinte, cambalache
problemático y febril;
el que no llora, no mama,
y el que no afana es un gil.
Dale nomás, dale que vá,
que allá en el horno nos vamo'a encontrar.
No pienses más, echate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao.
Que es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata o el que cura
o está fuera de la ley.
(CAMBALACHE, Enrique Santos Discépolo)
2 comentarios
Javier -
acrobatas -