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Cide Hamete

El éxito en el deporte

Me gusta mucho el deporte. He practicado casi de todo. Portero de balonmano, frontón con pala corta, baloncesto, fútbol sala, natación, montaña... en la mayoría de las disciplinas he sido muy malo, aunque como portero de balonmano conocí algún momento de gloria adolescente.

Ahora me gusta ir a correr. Poca distancia porque mis rodillas protestan. Mi forma de correr es casi ridícula, y además de poco ortodoxa es poco eficiente. Pero me encanta la sensación del sudor cayendo, la respiración entrecortada, sentir el esfuerzo de decirme a mí mismo "un poco más, un poco más". Bajar 10 segundos mi propio récord,...

Mis marcas son ridículas si se comparan con las de casi cualquiera, pero no se trata de batir el récord del mundo, o del barrio, sino sentir que doy hoy más que de lo que dí ayer, o que lo he hecho lo mejor que realmente he podido.

También me gusta ir a nadar. Aquí soy un poco mejor. Nado bastante bien para ser alguien que nada por libre. Ahora estoy en baja forma, y sólo llego a unos 85 ó 90 largos en una hora, pero en mi mejor época llegué a hacerme 100 largos (2500 metros) combinando croll y espalda. La sensación es la misma. "Un largo más, tú puedes, la próxima serie de 10 en menos de 6,36".

Siempre me ha gustado el lado más humano del deporte. El arte del futbolista que mete un gol imposible, el esfuerzo del ciclista que llega el 30 a la meta, pero ha aguantado el calvario para no perder su décimo puesto en la clasificación general. No se trata tanto del éxito absoluto, sino de la superación, del límite de lo que da de sí un cuerpo y es capaz de sufrir un alma.

Me encanta cuando leo las crónicas de Pauner diciendo que aguantaron hasta el último minuto para ver si el tiempo les daba un respiro y podían intentar la cumbre. Aunque luego no la consiguieran.

Actualmente sólo se permite el éxito absoluto, la medalla, ganar un campeonato. Y es una equivocación. El deporte tiene un valor más alto que luchar por ser el mejor. Tiene el valor de la superación, de la lucha aparentemente absurda contra la naturaleza del propio cuerpo, del propio espíritu. Esta lucha, bien enseñada a los más jovenes, les hace más humildes, más fuertes.

Por eso me emociona cuando, en un maratón, el público aplaude al que llega el número cien casi arrastrándose, casi cayéndose, pero sin renunciar a la pequeña satisfacción de cruzar la meta. ¿Hay algo más emocionante que ese esfuerzo?

2 comentarios

Andrés -

Comparto tu opinión acerca del deporte, aunque creo que tengo menos constancia que tú y soy algo más ocasional.
También comparto tu crítica, creo que el problema es del mercado, que lo fagocita todo volviéndolo objeto de venta y vende más el que más cosas gana, una verdadera lástima.
Un atlético saludo ;P

amanda -

Cierto. No sé en los maratones, pero aquí en el pueblo, y en otros de la comarca, en el que se organizan una serie de carreras semiprofesionales, la gente se vuelca con el primero, pero también con el último. Así da gusto el esfuerzo.
Un placer conocerte.