Ternera con salsa Strogoff // Verne con salsa de almendras.
He pasado media tarde cocinando unos filetes de ternera con salsa de almendras.
El plato es muy sencillo: La ternera se fríe un poco y se echa a una cazuela de barro. Para hacer la salsa se empieza friendo un par de dientes de ajos en un poco de aceite limpio. Se tiran esos ajos y su sabor queda en el aceite. En ese aceite con sabor a ajo se fríe un pequeño coscurro (currusco, punta,...) de pan. En un vaso de batir se juntan unas almendras trituradas previamente en un almirez, un poco de perejil cortado muy fino, agua, y el coscurro que hemos frito. Por último en la sartén se pone un poco de harina para que absorba el aceite que ha quedado tras freir el coscurro. También esa harina se echa en el vaso de batir -una vez que haya absorbido el aceite y tenga un color entre gris y marrón claro-. Se bate con la batidora. Debe quedar bastante líquida la mezcla, ya que luego espesará.
La mezcla batida se vierte sobre la ternera y se le echa unas chorradas de vino rancio para guisar. En su defecto cualquier tinto de mesa sirve, pero es pecado echar un vino de buena calidad por razones evidentes. Se deja a fuego lento, dándole alguna que otra vuelta durante unos minutos hasta que espese un poco y salgan las primeras burbujas. Si se ve que espesa demasiado se puede echar un poco más de vino o de agua, según gustos. Cuando esté un pelín más líquido de lo que lo queremos se apaga y se deja que se vaya enfriando. Mientras se enfría espesará ese poco que queremos para quede a nuestro gusto.
Así he pasado un buen rato, cocinando mientras oía en la radio una tertulia sobre Julio Verne, con motivo del centenario de su muerte. De Julio Verne sólo me he leído Miguel Strogoff. Reconozco que no me atrae mucho el autor francés, pero ciertamente Julio Verne es un gran narrador. Resulta también sorprendente su capacidad para imaginar no sólo cosas verosímiles, sino incluso reales con el tiempo. Curiosamente entre los tertulianos que hablaban de su obra, la mayoría elegían las aventuras del correo Strogoff como su libro favorito de Verne. Y ciertamente es un buen libro en el que el sentido del deber es ensalzado y premiado. El libro está fabulosamente ambientado en los pueblos siberianos y es quizá uno de los pocos libros de Verne donde la técnica y la ciencia no están apenas presentes.
Resulta difícil comprender como fue capaz de ambientar y documentar tan bien sus novelas alguien que era capaz de escribir dos libros al año, tal y como le exigía el contrato con su editor. Aunque Verne no es algo aislado en la historia de la literatura. En similar esfuerzo podemos encontrar a Balzac o a Galdós. ¿tendría ahora éxito un autor que sacara dos libros al año? Es posible que las reglas del mercado no lo consintieran, aunque esto no deja de ser una afirmación hecha sin un criterio fiable. ¡Qué manía la mía de opinar en todo!
El plato es muy sencillo: La ternera se fríe un poco y se echa a una cazuela de barro. Para hacer la salsa se empieza friendo un par de dientes de ajos en un poco de aceite limpio. Se tiran esos ajos y su sabor queda en el aceite. En ese aceite con sabor a ajo se fríe un pequeño coscurro (currusco, punta,...) de pan. En un vaso de batir se juntan unas almendras trituradas previamente en un almirez, un poco de perejil cortado muy fino, agua, y el coscurro que hemos frito. Por último en la sartén se pone un poco de harina para que absorba el aceite que ha quedado tras freir el coscurro. También esa harina se echa en el vaso de batir -una vez que haya absorbido el aceite y tenga un color entre gris y marrón claro-. Se bate con la batidora. Debe quedar bastante líquida la mezcla, ya que luego espesará.
La mezcla batida se vierte sobre la ternera y se le echa unas chorradas de vino rancio para guisar. En su defecto cualquier tinto de mesa sirve, pero es pecado echar un vino de buena calidad por razones evidentes. Se deja a fuego lento, dándole alguna que otra vuelta durante unos minutos hasta que espese un poco y salgan las primeras burbujas. Si se ve que espesa demasiado se puede echar un poco más de vino o de agua, según gustos. Cuando esté un pelín más líquido de lo que lo queremos se apaga y se deja que se vaya enfriando. Mientras se enfría espesará ese poco que queremos para quede a nuestro gusto.
Así he pasado un buen rato, cocinando mientras oía en la radio una tertulia sobre Julio Verne, con motivo del centenario de su muerte. De Julio Verne sólo me he leído Miguel Strogoff. Reconozco que no me atrae mucho el autor francés, pero ciertamente Julio Verne es un gran narrador. Resulta también sorprendente su capacidad para imaginar no sólo cosas verosímiles, sino incluso reales con el tiempo. Curiosamente entre los tertulianos que hablaban de su obra, la mayoría elegían las aventuras del correo Strogoff como su libro favorito de Verne. Y ciertamente es un buen libro en el que el sentido del deber es ensalzado y premiado. El libro está fabulosamente ambientado en los pueblos siberianos y es quizá uno de los pocos libros de Verne donde la técnica y la ciencia no están apenas presentes.
Resulta difícil comprender como fue capaz de ambientar y documentar tan bien sus novelas alguien que era capaz de escribir dos libros al año, tal y como le exigía el contrato con su editor. Aunque Verne no es algo aislado en la historia de la literatura. En similar esfuerzo podemos encontrar a Balzac o a Galdós. ¿tendría ahora éxito un autor que sacara dos libros al año? Es posible que las reglas del mercado no lo consintieran, aunque esto no deja de ser una afirmación hecha sin un criterio fiable. ¡Qué manía la mía de opinar en todo!
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