Carolus Rex Hispanorum
"Carolus Rex Hispanorum" reza la inscripción que hay en el sepulcro de Carlos II, conocido también por El Hechizado.
Terminé hace poco el libro Carolus Rex de Ramón J. Sender. La novela centra su desarrollo en la vida de Carlos II desde poco antes de su matrimonio hasta casi el final de sus días.
Ramón J. Sender no es un narrador implicado en el desarrollo de la novela, al menos aparentemente. No hace juicios de valor sobre el desarrollo de los hechos descritos, ni hace chistes sobre las anécdotas. Los sucesos son en sí lo suficientemente atractivos para que no se pierda la atención de la novela.
Carolus Rex relata una época de la historia de nuestro país vista desde la corte de un rey que todavía era el más poderoso del mundo. Eso sí, en un país a menudo contradictorio como el nuestro , el hombre más poderoso del mundo era pobre, y su economía se mantenía gracias a las limosnas que los pobres daban en las iglesias para tal efecto. Sólo así podía mantener su nivel de vida, hacer caros regalos a los diplomáticos que estaban a su servicio,... Otra cosa eran los nobles que rodeaban al Rey y que, cuando podían se beneficiaban de su incapacidad para tomar decisiones. Era Carlos II una persona con una importante tara mental y, sin embargo el carácter sagrado de su reinado impedía siquiera poner en duda su derecho a ostentar la corona más poderosa del mundo. Así pues, la mayor preocupación de la corte no era Carolus Rex Hispanorum, sino su sucesor. Todo esto derivó en conjuras, apaños e intentos de influir en la decisión de Carlos II a la hora de elegir al futuro rey.
Quizá por cercanía en su lectura, asocio este maravilloso "Carolus Rex" con la "Crónica del Rey Pasmado" de Torrente Ballester. Si este último me hizo reir más, lo cierto es que los dos dejan adivinar el porqué de la afición de los españoles por ciertas discusiones absurdas. Se pueden contar a miles a lo largo de la historia de España. Si la corte de Felipe IV creaba comisiones que investigaran y discutieran si los pecados del Rey acababan siendo pagados por sus súbditos, en la segunda República se discutía si España era "una República de trabajadores" o "una República de trabajadores de todas las clases" lo cual causaba mucha risa en Europa, como describió Josep Pla en "Madrid, el advenimiento de la república". La novela histórica en España sólo puede tomarse con humor para reconocer sin demasiado pesar que somos un pueblo imposible de comprender y con una escasa capacidad para ponernos de acuerdo, incluso en los temas más banales. No hace tanto que hubo protestas por una decisión tan poco trascendente como las matrículas de los coches. Incluso hay quien defiende que se niega la identidad de los pueblos por suprimir la letra de la provincia. Con lo bonitas que son esas pegatinas que dicen "Murcia es un Sol", "Soy de Aragón", o "Tarragona mola" y que pueden aliviar el pesar de los catetos -que los hay en todas partes- por haberse quitado la letra de la provincia en las matrículas de los coches.
Es España un país de miserables y gente noble que ha cambiado poco en su forma de ser y que ha sido descrito muy bien por algunos de nuestros grandes escritores. Porque eso sí que no se puede negar. Grandes dirigentes hemos tenido muy pocos, pero escritores célebres tenemos como para no parar de leer en toda la vida.
No quisiera caer en eso de "En este país ya se sabe", que tan a menudo se oye, mucho después de que Larra criticara estas expresiones de una manera tan fina y elocuente. Así pues, junto a estas míserias de la historia de España cabe leer también los hechos épicos que relata Galdós en sus episodios, quien supo no quedarse ahí y retratar con la misma emoción lo glorioso y lo miserable, lo que nos puede enorgullecer y lo que nos debe avergonzar. Su propia vida fue retrato de esta España cainita. Fue un clásico en vida, reconocido por el público y la crítica y sin embargo al final de su vida se vio en la miseria, impedido por su ceguera y sin apoyo por parte de nadie. Esto no impidió que el día de su muerte se le llorara y el ABC le dedicara su portada. Somos así. No sé si en otros países ocurre, supongo que en todos sitios cuecen habas, pero es que aquí a menudo nos comemos crudas esas habas.
Termina Larra el artículo citado (Titulado En este país) con las siguientes palabras:
"Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión del desaliento: ¡Cosas de España!, contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces este país dejará de ser tan mal tratado de los extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer, si de él les damos nosotros mismos el vergonzoso ejemplo.
Larra murió en el año 1837 y sin embargo sus palabras siguen vigentes lamentablemente. Y es que, en este país, ya se sabe...
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Cuando he comenzado este artículo no tenía muy claro si iba a hablar de la novela de Sender, de España como pueblo, o de la novela histórica en España. Temo finalmente no haber hablado de nada de eso con suficiente profundidad. Confío no obstante, en que los lectores que entráis de cuando en cuando a este blog hayáis encontrado al menos ameno este artículo, ya que otra cosa de provecho dudo que saquéis de él.
Terminé hace poco el libro Carolus Rex de Ramón J. Sender. La novela centra su desarrollo en la vida de Carlos II desde poco antes de su matrimonio hasta casi el final de sus días.
Ramón J. Sender no es un narrador implicado en el desarrollo de la novela, al menos aparentemente. No hace juicios de valor sobre el desarrollo de los hechos descritos, ni hace chistes sobre las anécdotas. Los sucesos son en sí lo suficientemente atractivos para que no se pierda la atención de la novela.
Carolus Rex relata una época de la historia de nuestro país vista desde la corte de un rey que todavía era el más poderoso del mundo. Eso sí, en un país a menudo contradictorio como el nuestro , el hombre más poderoso del mundo era pobre, y su economía se mantenía gracias a las limosnas que los pobres daban en las iglesias para tal efecto. Sólo así podía mantener su nivel de vida, hacer caros regalos a los diplomáticos que estaban a su servicio,... Otra cosa eran los nobles que rodeaban al Rey y que, cuando podían se beneficiaban de su incapacidad para tomar decisiones. Era Carlos II una persona con una importante tara mental y, sin embargo el carácter sagrado de su reinado impedía siquiera poner en duda su derecho a ostentar la corona más poderosa del mundo. Así pues, la mayor preocupación de la corte no era Carolus Rex Hispanorum, sino su sucesor. Todo esto derivó en conjuras, apaños e intentos de influir en la decisión de Carlos II a la hora de elegir al futuro rey.
Quizá por cercanía en su lectura, asocio este maravilloso "Carolus Rex" con la "Crónica del Rey Pasmado" de Torrente Ballester. Si este último me hizo reir más, lo cierto es que los dos dejan adivinar el porqué de la afición de los españoles por ciertas discusiones absurdas. Se pueden contar a miles a lo largo de la historia de España. Si la corte de Felipe IV creaba comisiones que investigaran y discutieran si los pecados del Rey acababan siendo pagados por sus súbditos, en la segunda República se discutía si España era "una República de trabajadores" o "una República de trabajadores de todas las clases" lo cual causaba mucha risa en Europa, como describió Josep Pla en "Madrid, el advenimiento de la república". La novela histórica en España sólo puede tomarse con humor para reconocer sin demasiado pesar que somos un pueblo imposible de comprender y con una escasa capacidad para ponernos de acuerdo, incluso en los temas más banales. No hace tanto que hubo protestas por una decisión tan poco trascendente como las matrículas de los coches. Incluso hay quien defiende que se niega la identidad de los pueblos por suprimir la letra de la provincia. Con lo bonitas que son esas pegatinas que dicen "Murcia es un Sol", "Soy de Aragón", o "Tarragona mola" y que pueden aliviar el pesar de los catetos -que los hay en todas partes- por haberse quitado la letra de la provincia en las matrículas de los coches.
Es España un país de miserables y gente noble que ha cambiado poco en su forma de ser y que ha sido descrito muy bien por algunos de nuestros grandes escritores. Porque eso sí que no se puede negar. Grandes dirigentes hemos tenido muy pocos, pero escritores célebres tenemos como para no parar de leer en toda la vida.
No quisiera caer en eso de "En este país ya se sabe", que tan a menudo se oye, mucho después de que Larra criticara estas expresiones de una manera tan fina y elocuente. Así pues, junto a estas míserias de la historia de España cabe leer también los hechos épicos que relata Galdós en sus episodios, quien supo no quedarse ahí y retratar con la misma emoción lo glorioso y lo miserable, lo que nos puede enorgullecer y lo que nos debe avergonzar. Su propia vida fue retrato de esta España cainita. Fue un clásico en vida, reconocido por el público y la crítica y sin embargo al final de su vida se vio en la miseria, impedido por su ceguera y sin apoyo por parte de nadie. Esto no impidió que el día de su muerte se le llorara y el ABC le dedicara su portada. Somos así. No sé si en otros países ocurre, supongo que en todos sitios cuecen habas, pero es que aquí a menudo nos comemos crudas esas habas.
Termina Larra el artículo citado (Titulado En este país) con las siguientes palabras:
"Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión del desaliento: ¡Cosas de España!, contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces este país dejará de ser tan mal tratado de los extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer, si de él les damos nosotros mismos el vergonzoso ejemplo.
Larra murió en el año 1837 y sin embargo sus palabras siguen vigentes lamentablemente. Y es que, en este país, ya se sabe...
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Cuando he comenzado este artículo no tenía muy claro si iba a hablar de la novela de Sender, de España como pueblo, o de la novela histórica en España. Temo finalmente no haber hablado de nada de eso con suficiente profundidad. Confío no obstante, en que los lectores que entráis de cuando en cuando a este blog hayáis encontrado al menos ameno este artículo, ya que otra cosa de provecho dudo que saquéis de él.
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