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Ayer llegué a casa cansado. Me senté en el sofá y comencé a aburrirme. El aburrimiento llenó mi cabeza de pensamientos y preocupaciones. Estiré el brazo hasta la mesa, cogí el libro que allí había y lo abrí. A los dos minutos ya no era capaz de recordar qué asuntos eran los que me preocupaban.
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Irenia -