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Cide Hamete

Un texto de Azorín.

¿No habéis encontrado nunca en vuestra vida una mujer que os ha hechizado durante un momento y que luego ha desaparecido? Estas mujeres son como estrellas que pasan rápidas en las noches sosegadas del estío. Habréis encontrado una vez, en un balneario, en una estación, en una tienda, en un tranvía, una de esas mujeres cuya vista es como una revelación, como una floración repentina y potente que surge desde el fondo de vuestra alma. Tal vez esta mujer no es hermosa; las que dejan más honda huella en nuestro espíritu no son las que nos deslumbran desde el primer momento...

Vosotros entráis en un vagón del ferrocarril u os sentáis junto al mar en un balneario; después vais mirando a las personas que están junto a vosotros. He aquí una mujer rubia, vestida de negro, en quien vosotros no habéis reparado al sentaros. Examinadla bien: los minutos van pasando; las olas van y vienen mansamente; el tren cruza los campos. Examinadla bien: posad los ojos en su pelo, en su busto, en su boca, en su barbilla redondeada y fina. Y ved cómo vais descubriendo en ella secretas perfecciones, cómo va brotando en vosotros una simpatía recia e indestructible hacia esta desconocida que se ha aparecido momentáneamente en vuestra vida.

Y será sólo un minuto; esta mujer se marchará; quedará en vuestra alma como un tenue reguero de luz y de bondad; sentiréis como una indefinible angustia cuando la veáis alejarse para siempre. ¿Por qué? ¿Qué afinidad había entre esa mujer y vosotros? ¿Cómo vais a razonar vuestra tristeza? No lo sabemos; pero presentimos vagamente, como si bordeáramos un mundo desconocido, que esta mujer tiene algo que no acertamos a explicar, y que al marcharse se ha llevado algo que nos pertenece y que no volveremos a encontrar jamás.

Yo he sentido muchas veces estas tristezas indefinibles; era muchacho; en los veranos iba frecuentemente a la capital de la provincia y me sentaba largas horas en los balnearios, junto al mar. Y yo veía entonces, y he visto luego, algunas de estas mujeres misteriosas, sugestionadoras, que, como el mar azul que se ensancha ante mi vista, me hacía pensar en lo Infinito.

Azorín, Las confesiones de un pequeño filósofo. Capítulo XL

4 comentarios

liz -

Ola ps la vdd s ke io estoi spr enamoradicima de mi mejor amigo y l lo save
lo ke pasa es ke hace un año nos cnosimos y dsd l 1er momento n ke ns vimos ns enamoramos pro nunka ns dijimos nada
dspus 1 chava se la knto y yo m cambie a la secu n la ke staba l y 1 de ms amigas djo un comentario n mi metro ke dcia:
oie todavia t gusta l ocea ke puso su nombre
l lo vio y m dijo ei ke onda y le dije todo y aun seguimos komo amigos
l problema s ke kuando stamos solos m toma d la mano y me abraza
Que hagoO?

sara jimenez -

Lo he sentido varias veces hacia esas preciosas y andarinas mujeres las amo a todas por que juntas ayudamos a un mundo mejor. los hombres sin en cambio ayudan a dar mas trabajo.


de sara para todas las mujheres y en especial: para lucia mi esposa que nos casamos gracias a la legalizacion de homosexsuales. te amo

Javier -

Y yo..., y en el autobús, y en un semáforo y a todas horas. Ya lo dijo Benavente, "diecinueve y una... veinte". Saludos, J. ;)

víctor -

Las mujeres...

Nada más verla, caí fulminado por el rayo siciliano.
ya sabéis de qué hablo...